martes, 22 de noviembre de 2011

argentina campeon , mundial 1978













CLARIN






La XI Copa Mundial de Fútbol se desarrolló en Argentina, entre el 1 y el 25 de junio de 1978. La Copa del Mundo volvía así a Sudamérica por primera vez desde 1962. El torneo fue disputado en 6 estadios, repartidos en las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Mar del Plata, Córdoba y Mendoza.
La mascota de este mundial fue Gauchito y la pelota oficial sufrió un cambio revolucionario con la aparición de la Adidas Tango. Esta pelota se convirtió un clásico del diseño que iba a perdurar durante cinco mundiales, y contaba con mayor impermeabilización que los diseños anteriores.
En el torneo no participó la estrella holandesa Johan Cruyff, pero sí lo hicieron consagrados futbolistas internacionales de la época como Johan Neeskens, Teófilo Cubillas, Zico, Dino Zoff y Mario Kempes, además de Michel Platini, Karl-Heinz Rummenigge y Paolo Rossi, entre otros jóvenes valores destacados.
Se jugó con el mismo sistema de eliminación que en Alemania Federal 1974: una primera ronda con cuatro grupos clasificatorios, donde los dos primeros de cada uno clasificaron a la segunda fase, en la que se definieron los dos finalistas. La gran final se jugó entre los Países Bajos, ganadores del Grupo A, y Argentina, que clasificó ganando el Grupo B. Fue un partido muy disputado en que los equipos debieron ir a tiempo suplementario, ya que en los 90 minutos habían empatado 1:1. Finalmente, con goles de Mario Kempes y Daniel Bertoni la selección albiceleste se impuso por 3:1, levantando la copa por primera vez, luego de que se le había escapado en la Copa Mundial de Fútbol de 1930, al perder por 4:2 en la final, ante Uruguay.



LA NACION 










En Alemania moría el popular escarabajo de la Volkswagen, el Inglaterra nacía el primer bebé de probeta, en Italia se legalizaba el aborto. Sucumbían las primeras víctimas del sida, una maldición que todavía no se llamaba así. Las Brigadas Rojas asesinaban a Aldo Moro, los Estados Unidos se comprometían a devolver a Panamá el canal usurpado a principios de siglo. Fuentes bien informadas de Miami anunciaban la inminente caída de Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas. En Nicaragua tambaleaba la dinastía de Somoza, en Irán tambaleaba la dinastía del Sha, los militares de Guatemala ametrallaban una multitud de campesinos en el pueblo de Panzós. Domitila Barrios y otras cuatro mujeres de las minas de estaño iniciaban una huelga de hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato toda Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura caía. La dictadura militar argentina, en cambio, gozaba de buena salud, y para probarlo organizaba el undécimo Campeonato Mundial de Fútbol.

Participaron diez países europeos, cuatro americanos, Irán y Túnez. EL Papa de Roma envió su bendición. Al son de una marcha militar, el general Videla condecoró a Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de allí, estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz argentino, el centro de tormento y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo de la mar.

"Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la Argentina", celebró el presidente de la FIFA ante las cámaras de la televisión. Henry Kissinger, invitado especial, anunció:

-Este país tiene un gran futuro a todo nivel.

Y el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, que dio la patada inicial, declaró unos días después:

-Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he visto a ningún preso político.

Los dueños de casa vencieron algunos partidos, pero perdieron ante Italia y empataron con Brasil. Para llegar a la final contra Holanda, debían ahogar a Perú bajo una lluvia de goles. Argentina obtuvo con creces el resultado que necesitaba, pero la goleada, 6 a 0, llenó de dudas a lo malpensados, y a los bienpensados también. Los peruanos fueron apedreados al regresar a Lima.

La final entre Argentina y Holanda se definió por alargue. Ganaron los argentinos 3 a 1, y en cierta medida la victoria fue posible gracias al patriotismo del palo que salvó al arco argentino en el último minuto del tiempo reglamentario. Ese palo, que detuvo un pelotazo de Rensenbrink, nunca fue objeto de honores militares, por esas cosas de la ingratitud humana. De todos modos, más decisivos que el palo resultaron los goles de Mario Kempes, un potro imparable que se lució galopando, con la pelambre al viento, sobre el césped nevado de papelitos.

A la hora de recibir los trofeos, los jugadores holandeses se negaron a saludar a los jefes de la dictadura argentina. El tercer puesto fue para Brasil. El cuarto, para Italia.

Kempes fue el mejor jugador de la Copa y también el goleador, con seis tantos. Detrás figuraron el peruano Cubillas y el holandés Rensenbrink, con cinco goles cada uno.



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